El testimonio by Luis David Pérez

El testimonio by Luis David Pérez

autor:Luis David Pérez [Pérez, Luis David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-15T00:00:00+00:00


21

Un concierto muy heavy

Los Cutillas llegaron al Palacio Vistalegre de Madrid una hora antes del inicio del espectáculo y se encontraron con miles de seguidores que esperaban impacientes para ver a su grupo favorito. La mayoría vestía pantalones de cuero o vaqueros y camisetas oscuras. Aquella indumentaria contrastaba con el atuendo de la pareja. César llevaba un pantalón de pana de color marrón oscuro y una camisa de manga corta con un estampado a cuadros blancos y verdes. Samuel, por su parte, vestía un pantalón estilo chino de color morado y una camiseta blanca con el rostro de Mickey Mouse en la parte delantera.

Al cabo de veinte minutos alcanzaron el final de la cola. Observaban embelesados al resto de fans que lucían tatuajes, chalecos repletos de parches, piercings y melenas de toda clase. Los pantalones ceñidos de algunos hombres causaban dolor de tan solo mirarlos. Aunque los Cutillas tampoco pasaban desapercibidos. Una pareja les dijo que se habían equivocado, que estaban en la cola de un concierto de música heavy y no para el teatro. Después, una chica maquillada con colores oscuros y el pelo cardado les ofreció una calada de un cigarrillo hecho con papel de liar. Varias litronas de cerveza desfilaron por las manos de los Cutillas, que acabaron siendo la atracción de la espera.

Una vez dentro del pabellón, se sentaron en una grada centrada frente al escenario. Las luces se apagaron y los teloneros comenzaron a exprimir sus guitarras eléctricas. Un ruido ensordecedor los cogió por sorpresa. Eran los únicos que se mantenían sentados. A su alrededor, todo el mundo permanecía de pie moviendo la cabeza de atrás adelante, como si la golpearan contra la pared. Samuel se levantó a imitar aquel gesto. Debido a su altura tapaba a las personas que estaban en las filas posteriores, pero no importaba, cada cual se dejaba llevar por los decibelios y el ritmo atronador de la banda de rock.

Los teloneros tocaron durante veinte minutos. La muchedumbre enardecida coreaba el nombre del grupo principal. Las luces se encendieron y el público lo celebró con una ovación, pero al cabo de cinco minutos algunos decidieron silbar y el malestar fue contagiándose hasta que el pabellón entero se desesperó.

Samuel y César permanecían distraídos observando a diestro y siniestro, jamás habían estado en un lugar tan concurrido.

—¡No puede ser! —masculló César al contemplar con horror la figura que les gritaba desde el pasillo, a escasos metros. Era el omnipresente inspector Lemos haciendo señas para que fueran a su encuentro.

Los Cutillas se miraron incrédulos.

—¿Qué narices hace este hombre aquí? —se preguntó César en voz alta.

Los abucheos del público fueron en aumento cuando cuatro policías nacionales descendieron por la escalera hasta la altura de Lemos, que no se percató de que quince mil almas se encontraban de pie y con los brazos en alto.

Samuel abrió el paso. Nada más pisar el primer escalón, cuatro policías se abalanzaron sobre él para esposarlo bajo el asombro de César y de gran parte del público.

Lemos ascendió la escalera con el brazo derecho en alto y los dedos en forma de caracol imitando el gesto de los asistentes.



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